Sam Altman, el arquitecto de la IA que nos prometió el futuro
Y que quizás no estábamos listos para recibir
Si los años 90 nos enseñaron algo con Matrix, es que detrás de cada revolución tecnológica hay un arquitecto. Uno que teje códigos en la sombra, juega al ajedrez con dilemas morales y, de vez en cuando, suelta un “red pill” para recordarnos que el futuro ya está aquí. Sam Altman, en este guion distópico (o utópico, según lo mires), no es Neo. Es un Morfeo con sudadera de Silicon Valley que nos ofrece pastillas que ni siquiera él sabe si son azules o rojas. Pero una cosa está clara, y es que en los últimos meses, ha acelerado el reloj de la IA hasta niveles que harían sudar a Skynet.
La estrategia del visionario
Noviembre de 2024 arrancó con el Dev Day de OpenAI en Londres. Altman, en modo rockstar techie, respondió preguntas como si estuviera en un episodio de Friends. Desenfadado, pero con la intensidad de Ross hablando de dinosaurios. ¿El mensaje? “La superinteligencia no es una cuestión de ‘si’, sino de ‘cuándo’”. Y ese “cuándo” lo fijó para 2025, un plazo que suena más a Deadline de Elon Musk que a predicción científica. Un plazo que ya está aquí.
Pero Altman no improvisa. Es como Luke Skywalker aprendiendo a usar la Fuerza sin caer en el Lado Oscuro (o convirtiéndose en Darth Vader, según como lo mires). Cuando los correos filtrados con Musk revelaron las tensiones del 2017 —él acusándolo de querer centralizar el poder y Musk defendiendo su papel de “padrino rebelde”—, Altman no se inmutó. Como el protagonista de The Social Network que ya ha visto esta película, supo que el verdadero poder está en las alianzas, no en los tweets virales.
Aliados clave: SoftBank (con Masayoshi Son como su Yoda financiero), Microsoft (aunque ahora coquetean con Anthropic), y Oklo, la startup de reactores nucleares que podría alimentar sus servidores… y media Nueva York.
Enemigos íntimos: Musk, claro, pero también las dudas internas. Esos emails de 2017 donde hasta sus colegas cuestionaban sus motivos (“¿Quiere salvar al mundo o conquistarlo?”) son el equivalente a los flashbacks de Anakin en Star Wars. Sabemos cómo termina, pero aún hay espacio para el drama.
Cómo ser el Tony Stark de una generación que ya no cree en superhéroes
Altman cobra $76,000 al año. Sí, menos que un influencer de TikTok. ¿Estrategia o teatro? Es el gesto perfecto para una era escéptica en la que el CEO renuncia a los bonos para vender humildad, como Steve Jobs con su jersey negro, pero en versión de andar por casa. Sin embargo, mientras defendía el giro de OpenAI a modelo lucrativo (“necesitamos fondos para la AGI”), uno no puede evitar pensar en Black Mirror y preguntarse ¿altruismo o capitalismo disfrazado de filantropía?
Su manejo de la narrativa es de manual. Cuando en enero de 2025 anunció que OpenAI dejaría de lado la AGI para centrarse en la superinteligencia, fue como si Michael Jordan cambiara de deporte a mitad de un partido. ¿Arrogancia? No. Visión. O al menos, la convicción de quien sabe que el futuro se escribe con hype y titulares.
La Inteligencia Artificial General (AGI) es un sistema hipotético que tendría la capacidad de aprender, razonar y resolver problemas en cualquier dominio, de manera similar a como lo haría un ser humano. Es decir, la AGI tendría un nivel de inteligencia equivalente al humano, pudiendo transferir conocimientos y habilidades entre diferentes tareas y contextos.
En cambio, la superinteligencia (ASI) se refiere a un nivel de inteligencia artificial que no solo alcanza, sino que supera ampliamente las capacidades intelectuales humanas en prácticamente todos los aspectos. Una ASI tendría una capacidad de procesamiento, aprendizaje y resolución de problemas tan superior que podría abordar desafíos complejos a una velocidad y eficacia inalcanzables para los humanos.
El «Club de la Lucha» de la IA
Altman no construye empresas, teje redes. Su alianza con el alcalde de San Francisco para impulsar la informática cuántica, o su bromance público con Bill Gates (“la IA nos hará ilustrados o idiotas”), recuerdan a esas escenas de Ocean’s Eleven donde cada personaje tiene un rol. Él es Danny Ocean, es el cerebro que convence a todos de que robar un casino es buena idea… aunque nadie sepa cómo saldrá.
Pero su jugada maestra fue coquetear con Trump. Sí, el mismo que en los 2000 era el rey de The Apprentice. En enero de 2025, cuando se filtró su acercamiento a la administración republicana, muchos se escandalizaron. Pero Altman, como un Gatsby moderno, entiende que la política es otro algoritmo y que si entrenas con los datos correctos, obtienes el resultado deseado.
¿Salvador o precursores del caos?
Hace unos días, durante el AMA (Ask Me Anything) en Reddit, Altman admitió errores: “Estuvimos en el lado equivocado del código abierto”. Fue un momento Mr. Robot, sincero y calculado. Como si de pronto, el arquitecto recordara que hasta los dioses del código tienen bugs.
¿Qué nos depara su estrategia? Si los 90 nos dieron a Neo eligiendo pastillas y los 2000 a Mark Zuckerberg creando un imperio con cara de niño, Altman es el híbrido. Es un profeta que navega entre la ética y el capital, entre Musk y Gates, entre el miedo y la fascinación. Su gran apuesta —la superinteligencia— podría ser el final boss de esta década, o simplemente otro nivel en el juego.
Y mientras, nosotros, como espectadores de Stranger Things, solo podemos preguntarnos: ¿Estamos en 1985 o en el Upside Down? Sam Altman, desde luego, ya tiene el mapa.
No entiendo lo de la ASI, como tampoco entendí lo de la AGI. La gente solo quiere un MVP, algo que sea lo suficientemente bueno como para resolver problemas, pero que no sea tanto como para que te cueste mucha pasta o mucha energía. Es ese chatbot resultón que puedes correr con poco y que te resuelve el 90% de las cosas (resumen de docs, consulta de datos en docs...), que incluso puedes correr en local si lo necesitas, para temas de privacidad, sea o no para uso en empresa. Ese nicho es el que creo yo que la gente espera que se cubra, el que Deepseek está atacando y que atacarán muchos más de aquí en adelante. Creo que una vez se llegue a ese estándar será un estándar estable, me refiero a que se intentará mejorar su usabilidad más que su funcionalidad (en cuanto sea lo suficientemente ligero se le meterá IA local a todo, al navegador, en las apps...).
Para mi OpenAI es cada día que pasa menos relevante. Deepseek es la primera puntilla de las que vendrán. La gente le está cogiendo manía a OpenAI, como le pasó a Google en su día (lo mismo pero acelerado).
Deepseek solo es la pequeña punta del iceberg que China ha tenido a bien enseñarnos en el momento que les ha parecido oportuno (a una semana de la investidura rodeada de todos los bigtech de Silicon Valley).
No ha sido casual que la enseñaran la semana pasada, como no es casual que nos hayan enseñado eso.
Se guardan ases en la manga y le sacan un cacho (largo) a la IA que viene de América. Estoy deseando ver lo que está por llegar...
Tengo poquísima esperanza de ver brotes verdes llegar de América, la verdad.