Policing Higher Education
Cuando la Universidad se convierte en campo de batalla
Esta Semana Santa le he podido dedicar tiempo a un libro al que he llegado tirando del hilo de noticias como la siguiente “Trump congelará 2.200 millones de dólares en subvenciones a la Universidad de Harvard”. Ya sabéis que siempre comparto (o al menos lo intento) con vosotros lo que me inquieta, y este libro, "Policing Higher Education", es de esos que se te quedan bajo la piel como una astilla que no termina de salir. Creo que habla de algo que nos afecta a todos, aunque no estemos en la universidad, la lucha por el conocimiento libre y el pensamiento crítico.
Mientras pasaba sus páginas, no podía evitar sentir una mezcla de preocupación y esperanza. Preocupación porque documenta un fenómeno global alarmante, el ataque sistemático a la libertad académica. Esperanza porque también muestra los caminos de resistencia que se están construyendo. Y me preguntaba ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Realmente entendemos lo que está en juego?
La libertad académica no es lo que piensas
En primer lugar me di cuenta de que había estado entendiendo mal lo que significa "libertad académica". No es simplemente el derecho de un profesor a decir lo que piensa sin censura. Es mucho más. Como señala Judith Butler en el libro:
"La libertad académica es tanto un derecho como una obligación. [...] Obliga a los académicos a garantizar que la universidad conserve y apoye el pensamiento crítico, incluso cuando no esté alineado con las opiniones oficiales del Estado."
Esta definición es una vuelta más de tuerca. No estamos hablando solo de derechos individuales, sino de una responsabilidad colectiva hacia la sociedad. La libertad académica es una práctica ética, un compromiso con la verdad basada en evidencias para el bien común.
Eva Cherniavsky lo expresa con mucha claridad:
"La libertad académica no es la libertad de un académico individual para decir lo que quiera—sino la libertad colectiva del profesorado para establecer las normas del debate académico."
Durante mi etapa en el grupo de investigación Dimmons de la UOC, donde el pensamiento crítico era un eje central, aprendí que la libertad académica no significa libertad absoluta para decir cualquier cosa, sino que está sostenida por un entramado ético e institucional que protege la producción rigurosa y socialmente responsable del conocimiento. Es un marco que garantiza no solo la autonomía del discurso, sino también su calidad y su compromiso con el bien común.
Estos marcos de pensamiento crítico, de libertad de cátedra se pueden ver alterados por factores tan poco políticos como la estabilización del profesorado universitario, la judicialización de opiniones o el dejar la universidad publica en manos de la privada son también formas de atacar esa libertad de cátedra.
Una tormenta global con epicentro en Estados Unidos
El libro traza un mapa de cómo se están reprimiendo las universidades en todo el mundo. Lo interesante (y aterrador) es ver los paralelismos entre países tan distintos como Hungría, Brasil, Turquía y Estados Unidos. En todos ellos, vemos patrones similares, gobiernos que utilizan leyes para limitar lo que se puede enseñar, recortes de financiación estratégicos, vigilancia, y campañas mediáticas de desprestigio.
Estados Unidos no es solo un caso más en esta lista, sino que funciona como un modelo y catalizador de estas políticas. Cuando una universidad americana decide prohibir ciertos estudios críticos o libros, crea un precedente global.
Henry Giroux lo resume muy bien:
"La lenta muerte de la educación pública y superior no augura nada bueno para la democracia."
Y es que no podemos separar lo que ocurre en las universidades de lo que pasa en nuestras democracias. Son vasos comunicantes. La universidad ha sido históricamente un espacio donde se aprende a cuestionar, a debatir con evidencias, a considerar perspectivas diversas. Si matamos eso, ¿qué le queda a nuestra cultura democrática?
El aula como campo de batalla
El capítulo que más me llamó la atención fue el que analiza cómo las aulas se han convertido en auténticos campos de batalla ideológica. Desde las protestas en la Universidad de Boğaziçi en Turquía hasta la represión en Hong Kong, el libro muestra cómo los estudiantes y profesores se enfrentan a fuerzas enormes.
No sé vosotros, pero yo al menos, siempre he tenido claro que la Universidad es más que un lugar neutro donde se aprenden hechos objetivos. Será por haber nacido justo antes de la transición y haber visto como primos o hermanos mayores experimentaron una universidad especialmente castigada por el franquismo. El conocimiento siempre está situado en un contexto social y político, y pretender lo contrario es, en realidad, tomar partido por el statu quo.
Como dice Steve Biko:
"El arma más poderosa en manos del opresor es la mente del oprimido."
Pensarlo bien, la educación puede ser tanto un instrumento de liberación como de control. Cuando se limita lo que se puede enseñar, cuando se vigila a profesores y estudiantes, cuando se ridiculiza el pensamiento crítico como "adoctrinamiento", se está utilizando la educación como un arma.
Cuando la universidad se vuelve arma política
El capítulo sobre la instrumentalización de las universidades por la extrema derecha me resultó especialmente inquietante. El caso del New College en Florida muestra cómo una institución educativa puede ser "capturada" y transformada para servir a intereses políticos específicos. El saqueo de Ron DeSantis al New College, el ataque de Christopher Rufo a la teoría crítica de la raza y la eliminación de fondos en Texas para las oficinas de diversidad, equidad e inclusión han cambiado por completo lo que era esta Universidad.
Lo que está ocurriendo en Florida con la eliminación de estudios críticos, la censura de ciertos temas y la vigilancia policial del pensamiento disidente no es una anomalía, es un modelo que se está replicando en otros lugares. Es la universidad convertida en arma política.
Y lo más preocupante es que esto ocurre bajo el disfraz de "proteger la libertad académica" y "promover la diversidad de pensamiento". La paradoja es dolorosa, ya que en nombre de la libertad se censura, en nombre de la diversidad se homogeneiza.
Resistir y reimaginar
La parte final del libro se dedica a las estrategias de resistencia. Porque no se trata solo de defender lo que tenemos —que ya está bastante comprometido— sino de reimaginar lo que la universidad podría ser.
El libro habla de iniciativas como Scholars at Risk (Académicos en Riesgo), SAR Europe y el IIE Scholar Rescue Fund, redes internacionales que ofrecen refugio y apoyo a académicos perseguidos.
Pero más allá de estas redes de emergencia, el libro propone un replanteamiento profundo de la misión universitaria:
"Reformular la universidad como institución de responsabilidad social colectiva facilita comprender la necesidad de la libertad académica."
Las universidades, con todos sus problemas y contradicciones, siguen siendo espacios donde se pueden imaginar futuros alternativos.
"Las universidades deben ser defendidas y valoradas como espacios vitales de debate público y lugares para pensar críticamente sobre el mundo y nuestras relaciones."
Es en esta capacidad para pensar críticamente, para cuestionar lo dado, donde reside la potencia transformadora de la educación superior. Y es precisamente por eso que está siendo atacada con tanta fuerza.
Lo que está en juego
No se trata solo de la autonomía de unas cuantas Universidades. Se trata de defender espacios donde sea posible cuestionar el poder, imaginar alternativas, construir conocimiento colectivo orientado al bien común.
Frente a los ataques actuales, necesitamos recuperar esa concepción de la educación como acto político, no partidista, sino profundamente político en el sentido de que está comprometida con la transformación social.
Hablar de la libertad académica como responsabilidad social "ha sido históricamente más común en los países en desarrollo del sur global". Quizás ha llegado el momento de que el norte global aprendamos (o recuperemos) de estas experiencias, de estas luchas por una educación liberadora en contextos muchas veces hostiles.
El libro "Policing Higher Education" es un recordatorio de que el conocimiento nunca es neutral y de que la universidad puede ser tanto un campo de batalla como un espacio de esperanza. Depende de nosotros decidir qué queremos que sea.
Trump ataca la llibertat acadèmica de totes les universitats i això és molt preocupant, però, en el cas de Harvard hi ha més acarnissament per una qüestió de venjança personal. Trump va tenir una disputa immobiliària amb la família Pritzker, i resulta que la junta directiva de Harvard està liderada (oh sorpresa!) per Penny Pritzker.