Estamos a mitad de Semana Santa y os propongo un menú que empieza con proteínas para IA, pasa por la singularidad tecnológica y acaba con una sugerencia de borrar todo el derecho de autor.
Empezamos con Musk, que ha decidido que vuestros tuits airados y memes de madrugada son mejor dataset que cualquier paper académico, y seguimos con Kurzweil, que nos plantea si ya estamos fusionándonos con las máquinas sin darnos cuenta.
En Noticias, Orbán nos da una clase magistral sobre cómo gobernar sin parecerlo (spoiler: ni censura ni represión, solo narrativa y algoritmo), mientras ChatGPT celebra sus mil millones de usuarios semanales como si nada. A eso se suma la nueva memoria contextual, que nos recuerda mejor que nosotros mismos, y el avance silencioso, pero constante de Gemini, la IA de Google que va como un tren, aunque sin titulares. Cerramos con un poco de provocación: Dorsey y Musk coquetean con eliminar la propiedad intelectual —¿por qué no, si ya tienen toda la info que necesitan?—, y Altman quiere su propia red social para que entrenéis a sus modelos en tiempo real mientras creéis que estáis compartiendo memes.
De cosecha propia
Cuando tu like se convierte en proteínas para la IA
Resulta que mientras tú crees estar procrastinando leyendo hilos de teorías absurdas a las 2 AM, en realidad estás alimentando el futuro de la inteligencia artificial de Musk. Elon ha decidido que entrenar a Grok con papers académicos es demasiado mainstream. ¿Para qué usar arXiv si tienes tu timeline lleno de memes, debates sin fin y conspiranoia bien sazonada?
Lo interesante no es solo el movimiento empresarial —fusión vertical completa: datos, cómputo, modelo, distribución— sino la redefinición de roles: ya no somos usuarios, somos entrenadores involuntarios. Y ni un mísero café de cortesía a cambio.
Así que ya sabes, la próxima vez que escribas un tuit airado sobre el último episodio de MasterChef, recuerda: podrías estar enseñándole a una IA cómo indignarse con precisión quirúrgica.
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Cuando tu timeline entrena a una IA
¿Estamos listos para la Singularidad? Una invitación a pensar el futuro
Esta semana, en los Libros de CluPad, he revisado “The Singularity Is Nearer” de Ray Kurzweil, un libro que no solo actualiza sus predicciones tecnológicas, sino que nos enfrenta a la inminente fusión entre lo biológico y lo digital.
Kurzweil afirma que ya hemos entrado en la quinta etapa evolutiva: la integración de humanos y máquinas. No como una hipótesis lejana, sino como una realidad en curso, que avanza a ritmos difíciles de procesar desde las lógicas lineales con las que solemos pensar el cambio.
Desde las redes neuronales hasta las interfaces mente-máquina, el texto invita a explorar cómo redefinimos la identidad, el trabajo, la salud y la economía en un mundo cada vez más interconectado con sistemas inteligentes. Pero también advierte sobre los dilemas éticos que surgen: ¿quién controla esta inteligencia?, ¿cómo distribuimos sus beneficios?, ¿qué ocurre con la autonomía individual?
Creo que este libro es un buen punto de partida para abrir un espacio de reflexión crítica sobre el rumbo que estamos tomando, donde la tecnología ya no es una herramienta más, sino un entorno en el que habitamos.
¿Estamos simplemente adaptándonos, o estamos participando activamente en la configuración del futuro?
📌 Os invito a leer el artículo completo y compartir ideas:
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La Singularidad ya está aquí
Noticias
El arte de gobernar sin parecerlo
Cuando las elecciones son solo una puesta en escena y la democracia una marca registrada que se exporta sin manual de instrucciones, todo es posible. En Hungría, el gobierno de Orbán ha conseguido algo magistral: controlar la narrativa sin necesidad de censura explícita, solo con algoritmos bien entrenados y medios dóciles.
Bajo esa apariencia de sistema plural, el verdadero protagonista no es el ciudadano informado, sino el guion preestablecido que se repite en redes y medios hasta borrar cualquier rastro de disidencia. ¿El truco? Desinformar lo justo, amplificar lo conveniente y silenciar lo incómodo. Mucho más eficiente que los viejos métodos.
No se trata de prohibir, sino de hacer creer que estás eligiendo. Como en un menú con muchas opciones, todas cocinadas por el mismo chef.
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Orbán’s digital playbook
Un pequeño experimento de laboratorio, con solo mil millones de usuarios
ChatGPT alcanza los mil millones de usuarios semanales. Una cifra modesta si la comparamos con… bueno, con toda la humanidad. Pero tranquilos: solo el 12,17 % del planeta interactuando semanalmente con GPT, un modelo de lenguaje que evoluciona cada pocos días. ¿Os hacéis a la idea del poder que tienen los algoritmos de OpenAI?
Mientras algunos aún discuten si la IA debería ser regulada, otros ya están usándola para escribir correos, tomar decisiones o diseñar productos. Una adopción masiva, sin marco común y sin pausa. Porque si algo nos ha enseñado la historia, es que la tecnología siempre se ha desplegado con calma y responsabilidad... ¿verdad?
Pero no nos preocupemos. Sam Altman ya dijo que sus hijos nunca serán más listos que la IA. Qué alivio: los próximos usuarios ya vendrán entrenados de serie.
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ChatGPT hits another milestone: a billion weekly users
Repensar la memoria en los modelos generativos: ¿personalización o externalización de nuestra identidad?
La nueva funcionalidad de memoria contextual en ChatGPT permite conservar detalles entre conversaciones para generar respuestas más ajustadas a nuestros intereses y hábitos. Lo que antes eran instrucciones personalizadas ahora evoluciona hacia un sistema de aprendizaje continuo sobre nuestras preferencias, valores y formas de interactuar.
Más allá de su utilidad inmediata, esta capacidad plantea preguntas de fondo: ¿Qué implica que un modelo recuerde por nosotros? ¿Dónde se sitúan los límites entre asistencia inteligente y la delegación de nuestra identidad narrativa? La memoria ya no es solo un componente técnico, sino también un espacio de negociación entre autonomía, privacidad y personalización.
Como usuarios, tenemos el control: decidir qué se recuerda, qué se olvida y cuándo iniciar una conversación sin huella. Pero el verdadero desafío no está en las opciones del menú, sino en cómo entendemos y gestionamos el relato que estos sistemas van construyendo sobre nosotros.
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Learn more about managing your memories in ChatGPT (OpenAI)
¿Y si Gemini merece más atención de la que le damos?
Sorprende ver cómo Google está reposicionándose silenciosamente como un actor dominante en el panorama de la inteligencia artificial. Mientras el foco mediático sigue en OpenAI y otras iniciativas más visibles, Gemini avanza firme: mejores resultados en benchmarks, mayor velocidad, menor coste y una integración progresiva pero ambiciosa en todo su ecosistema.
Desde Gemini 2.5 Pro, que ya destaca en rendimiento técnico y eficiencia, hasta herramientas como Imagen 3, Veo 2 o Chirp 3, la estrategia de Google parece bien orquestada. Sin ruido, pero con impacto. Y ahora que su modelo está integrado en Android, Gmail, Workspace o Firebase Studio, puede que haya llegado el momento de darle una oportunidad real a Gemini en nuestras pruebas y flujos de trabajo.
Porque sí, la revolución no siempre se hace con titulares, a veces se consolida en silencio.
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Google es la gran tapada de la IA: con Gemini lo está haciendo prácticamente todo bien
¿Eliminar toda la propiedad intelectual? Claro, ¿y por qué no también el código penal?
“Delete all IP law”. Con esa elegante simpleza, Jack Dorsey se lanza a la piscina de la disrupción. Musk, como siempre, hace bomba detrás. El nuevo mantra de ciertos magnates tecnológicos parece ser: si la ley molesta, que desaparezca.
No importa que sus propias compañías hayan crecido, se hayan financiado y protegido gracias a esos marcos legales que ahora desprecian. Total, ¿quién necesita propiedad intelectual cuando puedes apropiarte del trabajo ajeno y entrenar con él a tus modelos de IA?
Eso sí, en nombre de la creatividad y el acceso abierto, por supuesto. Una especie de filantropía inversa donde los creadores deben agradecer que sus obras sean usadas como alimento para algoritmos.
Mientras tanto, los que aún creemos que los derechos de autor son un pilar, no un obstáculo, observamos cómo se difumina la línea entre la provocación performativa y la toma real de decisiones. Spoiler: ya no es tan línea.
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Jack Dorsey and Elon Musk would like to ‘delete all IP law’
¿Una red social de OpenAI? Claro, lo que nos faltaba
OpenAI parece decidido a completar el álbum de cromos de las big tech: ya tiene su modelo de lenguaje estrella, su app más descargada, su CEO con respuestas sarcásticas... y ahora va a por su propia red social. Porque, claro, ¿qué mejor forma de mejorar los modelos que entrenarlos con likes, memes y opiniones sin contrastar en tiempo real?
Sam Altman, con toda la sutileza de un prompt mal afinado, ya está tanteando el terreno para competir con Musk y Zuckerberg, como si esto fuera un torneo de titanes para ver quién reinventa peor la plaza pública. ¿Será una app nueva? ¿Estará dentro de ChatGPT? Da igual, lo importante es que, si algo sale mal, siempre se puede decir que fue un experimento interno.
Lo interesante no es solo el producto, sino el movimiento estratégico: si ya tienes a millones preguntándole cosas absurdas a una IA, ¿por qué no convertirlo en un feed? Así puedes entrenar con datos sociales sin tener que comprarlos a nadie. Musk ya lo hace (recuerda el primer comentario de este número «Cuando tu like se convierte en pienso para la IA»). Meta también. Altman no se iba a quedar fuera del buffet.
¿El objetivo? Que la IA te ayude a publicar mejor, más viral, más impactante... o, al menos, más clickbait. Porque ya sabemos que lo que necesita la conversación global es que la inteligencia artificial aprenda a sonar aún más como nosotros.
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OpenAI is building a social network