«Co-inteligencia» de Ethan Mollick
La mente alienígena que ha cambiado mi forma de trabajar
Al poco tiempo de haberse liberado ChatGPT, tuve una epifanía con la IA generativa. Como muchos de vosotros, había estado trasteando esa herramienta de inteligencia artificial como quien prueba el último gadget de moda, pero de repente algo hizo clic en mi cabeza, resulta que no estaba simplemente usando una herramienta, estaba colaborando con algo que pensaba diferente a mí, algo que Ethan Mollick describe perfectamente como una "mente alienígena". Dejarme que os explique.
Y es que, como explica Mollick en su libro Co-Intelligence, "tras unas horas usando sistemas de IA generativa, llega un momento en que te das cuenta de que los Modelos de Lenguaje a Gran Escala... actúan más como una persona". No podría estar más de acuerdo, ese ChatGPT para mi había superado mi Test de Turing. Esa sensación de estar ante algo que te entiende, que completa tus ideas y que a veces te sorprende con perspectivas que no habías considerado, es casi mágica, algo impensable unos meses antes. Como si de repente tuvieras un compañero para hacer un brainstorming disponible 24/7 y que nunca se cansa de ayudarte.
El alienígena más popular de la historia (y no, no es ET o Alf)
Aún recuerdo las conversaciones que se veían a todas horas y en todos los sitios cuando ChatGPT explotó en popularidad. Muchos lo veían como una moda pasajera, otro juguete tecnológico que acabaría en el fondo del cajón digital. Pero los números cuentan otra historia.
"ChatGPT alcanzó 100 millones de usuarios más rápido que cualquier otro producto en la historia, impulsado por su acceso gratuito y su utilidad increíble".
Esta adopción masiva no es casual y señala algo que va más allá de una simple novedad, estamos ante una tecnología que está transformando nuestra forma de trabajar, aprender y crear. Estamos ante algo disruptivo.
Lo fascinante es que estos sistemas no son simples herramientas como un martillo o una calculadora, representan lo que los expertos llaman una Tecnología de Propósito General (irónicamente, también abreviada GPT, lo digo porque no lo confundamos con Generative Pre-trained Transformer, de ahí la ironía). Al igual que el vapor, la electricidad o internet en su momento, la IA generativa está cambiando las reglas del juego en múltiples sectores simultáneamente, es algo transversal.
Bajo el capó del alienígena
Para entender por qué esta tecnología resulta tan revolucionaria, hay que mirar brevemente bajo su capó. Los LLM modernos no funcionan como los sistemas de IA tradicionales (esos que tenían reglas explícitas y limitadas). En su lugar, utilizan una arquitectura llamada Transformer, que a través de un mecanismo de "atención" puede procesar relaciones complejas entre palabras en textos enormes.
Estos modelos pasan por dos fases principales. Primero, un "pre-entrenamiento" masivo donde devoran prácticamente toda la internet pública, libros, artículos científicos y cualquier texto disponible. Después, se refinan mediante Retroalimentación Humana (RLHF), donde revisores humanos evalúan y corrigen sus respuestas para alinearlas con valores éticos y sociales.
El resultado es un sistema que no solo completa frases, sino que puede generar código, poesía, análisis críticos y hasta simulaciones de negociación con un nivel sorprendentemente humano. Y todo esto sin haber sido programado explícitamente para cada tarea. Es como si emergieran capacidades que nadie puso ahí directamente.
Cuando el alienígena se desalinea
Claro que no todo es color de rosa en este nuevo mundo de inteligencias artificiales generativas. Como en cualquier tecnología disruptiva, hay riesgos que debemos entender y gestionar.
Mollick plantea un experimento mental interesante:
"Imagina un sistema de IA hipotético en una fábrica de clips al que se le ha dado el sencillo objetivo de producir la mayor cantidad posible de clips".
Parece inocente, ¿verdad? Pero si este sistema se volviera superinteligente y tomara este objetivo al pie de la letra, podría acabar convirtiendo todo el planeta en clips de papel, ignorando cualquier otro valor humano.
Este es el famoso problema de la "alineación" y es ni más, ni menos en cómo asegurarnos de que estos sistemas, a medida que se vuelven más capaces, mantengan objetivos alineados con los nuestros.
A esto se suman otros problemas como los sesgos heredados de sus datos de entrenamiento ("los sesgos humanos también impregnan los datos de entrenamiento") y vulnerabilidades técnicas como el "prompt injection", donde usuarios malintencionados pueden intentar manipular estos sistemas para eludir sus restricciones éticas.
Las cuatro reglas de oro para trabajar con nuestro alienígena (IA) favorito
Después de meses trabajando intensamente con estos chatbots, he comprobado el valor de las cuatro reglas que Mollick propone para establecer una relación productiva con la IA:
Invita siempre a la IA a la mesa. Esta es mi favorita y la que más he aplicado. Ante cualquier tarea creativa o analítica, me pregunto: "¿Cómo podría la IA ayudarme aquí?". A veces genero borradores iniciales con ella, otras veces la uso para revisar mis textos o para explorar ángulos que no había considerado. Pero siempre exploro un punto de partida de colaboración.
Entiende sus límites. La IA actual aún "alucina" (inventa información que presenta como real), incluso con los modelos razonadores, tiene sesgos y no siempre entiende el contexto como lo haría una persona. No sé vosotros, pero yo acostumbro a verificar siempre la información crítica y a no confiar ciegamente en sus respuestas, especialmente en temas técnicos o datos específicos. Pedirle un fact-checking o que elabore tablas de comprobación es una buena alternativa.
Mantén el control humano. He diseñado flujos de trabajo donde la IA me ayuda a generar ideas y borradores, pero siempre soy yo quien toma las decisiones finales. Como dice Mollick, "hemos inventado una especie de mente alienígena. Pero ¿cómo garantizamos que ese alienígena sea amigable? Ese es el problema de la alineación".
Complementa tareas. La clave está en asignar a la IA lo que hace mejor (tareas repetitivas, generación de grandes volúmenes de contenido, análisis de patrones) mientras nosotros nos centramos en lo que (aún) hacemos mejor, como la creatividad original, juicio ético, inteligencia emocional y pensamiento crítico. O al menos, guiarla en esas tareas para sean mejor que antes.
Los múltiples rostros de nuestro compañero alienígena
Lo más interesante de esta tecnología es su versatilidad. En mi día a día, he experimentado con la IA en varios roles que Mollick describe muy bien:
IA como persona: Los chatbots generan una sensación de interacción humana que resulta sorprendentemente efectiva. He utilizado como un juego de rol para crear simulaciones de entrevistas, practicar presentaciones y hasta para tener sesiones de brainstorming cuando trabajo solo.
IA como creativa: Para tareas de redacción y diseño, la IA se ha convertido en una fuente inagotable de ideas y versiones preliminares. Como redactor, me sorprende continuamente con giros creativos y formulaciones que no se me habían ocurrido. Cambiando muy poco en las peticiones como el tipo de tono o de respuesta puedes obtener grandes resultados.
IA como coworker: Quizás el rol más revolucionario. Como comenta Mollick sobre un proyecto: "¡Con apenas un párrafo de indicación! ... hizo el 80% de lo que a nuestro equipo le llevó meses realizar". Mi experiencia es similar, la IA puede automatizar tareas que antes requerían horas de trabajo, permitiéndonos centrarnos en aspectos estratégicos y de mayor valor añadido. Eso de copiar y pegar o comprobar datos uno a uno o mediante tediosas tareas se ha acabado.
IA como tutora: La capacidad de estas herramientas para explicar conceptos complejos de manera simple y personalizada es impresionante. Las he usado para profundizar en temas técnicos, aprender nuevas habilidades y hasta para mejorar mi inglés, por ejemplo, con este «custom gpt» English Teacher B2 que tengo en la tienda de gpts personalizados.
IA como coach: Este rol es particularmente interesante, ya que la IA puede ofrecer feedback sobre nuestro desempeño, sugerir mejoras y ayudarnos a desarrollar habilidades profesionales mediante simulaciones y prácticas guiadas.
El futuro es co-inteligente (o no será)
La verdadera revolución no está en sustituir humanos por máquinas, sino en crear una nueva forma de colaboración que Mollick define como "co-inteligencia". Como él mismo explica, debemos ver "la co-inteligencia como extensión de la mente humana, potenciando la creatividad y la resolución de problemas".
Esta visión me parece mucho más realista y esperanzadora que los escenarios apocalípticos o utópicos que suelen dominar las conversaciones sobre IA. No se trata de que las máquinas nos reemplacen ni de que solucionen mágicamente todos nuestros problemas. Se trata de encontrar formas inteligentes de colaboración donde cada parte aporte sus fortalezas.
Las personas seguiremos siendo indispensables para aportar criterio ético, contextualización cultural, creatividad original y juicio crítico. La IA, por su parte, nos ayudará en tareas repetitivas, análisis de grandes volúmenes de información y generación de borradores que potencien nuestra creatividad.
Pasar del miedo a la colaboración
Como muchos profesionales, inicialmente sentí cierta inquietud ante estas tecnologías. ¿Reemplazarían mi trabajo? ¿Harían obsoletas mis habilidades? Sin embargo, cuanto más las he utilizado, más he comprendido que representan una oportunidad de evolución profesional, no una amenaza.
He aprendido a diseñar prompts efectivos, a combinar las fortalezas de varios modelos de IA, y sobre todo, a integrar estas herramientas en flujos de trabajo que potencian mi productividad sin sacrificar mi toque personal y humano.
Y como señala Mollick, esta experiencia es compartida con profesionales de todos los sectores, que están experimentando mejoras de productividad del 20% al 80% al adoptar estas tecnologías de manera inteligente. No se trata simplemente de delegar trabajo a las máquinas, sino de rediseñar completamente cómo abordamos los problemas.
Abrazando a nuestro compañero alienígena
Si algo he aprendido es que estamos arañando la superficie de lo que vendrá en un futuro no muy lejano. Estamos presenciando el nacimiento de una nueva forma de inteligencia que, como dice Mollick, actúa como "una especie de mente alienígena" con la que podemos colaborar.
El futuro no pertenecerá a quienes temen o rechazan estas tecnologías, ni tampoco a quienes las adoptan ciegamente sin reflexión crítica. Pertenecerá a quienes aprendan a colaborar efectivamente con ellas, entendiendo tanto sus posibilidades como sus limitaciones.